jueves, 10 de noviembre de 2011

Drogas precolombinas de ayer y hoy



Seguimos explorando el pasado y esta vez nos encontramos de nuevo con restos arqueológicos que atestiguan el uso generalizado de distintos tipos de drogas, esta vez en culturas precolombinas. Conviene, llegados a este punto, señalar que, contra esa corriente popular tan bienintencionada como ingenua, que afirma que el uso de drogas en la culturas llamadas “primitivas” o “primigenias”, o como quiera llamárselas, donde existe un uso tradicional de drogas en forma de plantas, extractos de plantas, brebajes de plantas, etc., es siempre ritual, espiritual y sagrado, no parece que las evidencias existentes lo apoyen. Como en todas las culturas y en todas partes se dan, como no podía ser de otra forma, usos recreativos. Pero no solo eso, también están perfectamente documentados usos más perversos, como los empleados para mitigar el dolor en rituales de sacrificio, en ceremonias de coronación, para hacer la guerra o simplemente, como ocurre en occidente, como excusa para cometer un acto violento gozando de la impunidad que se le puede dar al perpetrador por considerar que no está en sus cabales (ver por ejemplo, El Río, o Yanomamo, la última gran tribu donde se ofrecen ejemplos concretos de esto). Del mismo modo, estos pueblos idolatrados e idealizados por tantos por considerarles como el sumo de la sabiduría y del conocimiento arcano no solo consumen enteógenos, también le dan a otras drogas supuestamente menos nobles, principalmente al alcohol. Y no porque lo introdujera el hombre blanco, sino desde tiempos tan inmemoriales como usan el peyote, los hongos o las daturas. No solo eso, sino que, como toda cultura que busca en la drogofilia la perfección, no se limitan a descubrir una planta que coloca e ingerirla tal cual, sino que, como buenos científicos, se las ingenian para purificar lo más posible el producto, hacerlo más eficaz al consumirlo y buscar vías de administración eficientes que pasan desde el esnifado de triptaminas hasta los enemas de alcohol mezclado con plantas psicoactivas.



Bien, al hilo de esto, acaba de aparecer un artículo en la revista española Neurología, en la que el autor, el Dr. Carod-Artal, del Hospital de la Virgen de Luz de Cuenca, hace un repaso a todas las drogas utilizadas por los pueblos precolombinos, qué pueblos concretos eran esos, cómo se utilizaban esas drogas y en qué contextos y, lo que es más interesante, ilustrado con fotografías de restos arqueológicos que ponen de manifiesto la presencia constante de dicho uso. Se trata de un artículo sencillo, que aportará algún dato nuevo interesante al drogófilo ilustrado a la vez que iluminará al menos versado en literatura enteogénica respecto a los usos y costumbres drogófilas de culturas ya desaparecidas pero de las que, afortunadamente, nos han quedado legados sumamente interesantes. El autor, en el apartado de conclusiones, vuelve a caer en esa especie de mito que se repite hasta la saciedad de escrito en escrito sin que nadie se moleste en contrastar y que ha terminado funcionando como una especie de dogma y que dice “El abuso de estas sustancias con fines hedonísticos es un hecho reciente en las sociedades posmodernas euramericanas”. Al margen de que, como ya se dijo antes, esto, sencillamente es falaz, tampoco termino de entender por qué lo utiliza tanto el estamento médico las pocas veces que habla de drogas alucinógenas. Pareciera como si un uso religioso, bélico y sacrificial fuera moralmente aceptable (vaya usted a saber por qué motivos concretos) y un uso hedonista no. De nuevo, algunos médicos parecen olvidarse de que su trabajo no consiste en salvar de las llamas del infierno a sus enfermos fieles, sino de salvar sus cuerpos cuando ello sea posible. Lo más dramático es ver reiteradamente cómo usos directamente dañinos, como muchos de los practicados por culturas precolombinas parecen legitimarse mientras que los usos hedonistas, claramente de menos riesgo comparados con, por ejemplo, un uso sacrificial, se condenan. El propio autor, en este sentido, parece no interpretar correctamente las pruebas arqueológicas cuando habla, por ejemplo, de “enema ritual maya” para interpretar una imagen aparecida en una vasija en la que se ve a un supuesto sacerdote administrando un enema de supuesto alcohol a un iniciado. No tiene mucha pinta en este caso el iniciado de solemnidad, pareciera más bien estar disfrutando de un colocón hedónico de vaya usted a saber qué administrado por una vía y de una forma que, eso sí, hoy muchos no nos atreveríamos a dejarnos hacer. Por lo demás, tampoco era mi intención criticar este artículo, solo dárselo a conocer a quien pudiera interesarle. Lo que pasa es que uno se pone y no sabe por qué, ni cómo, termina encendiéndose.




Nota: la fotografía están extraídas del artículo original y reproducidas aquí sin permiso. Mis disculpas a los autores.

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