miércoles, 11 de enero de 2012

A la vejez… ¡drogas!

La noticia neurocientífica de la semana ha sido un estudio publicado en el British Medical Journal que ha generado titulares tan impresionables como: “El otoño del cerebro empieza a los 45 años”. ¡Guau! Según el periodista, esto es, según “Agencias”, que es “quien” firma el artículo: “durante los 10 años que duró el trabajo, se produjo un descenso del 3,6% en el razonamiento mental en los hombres entre 45 y 49 años y un descenso del 9,6% en los de 65 a 70. Las cifras correspondientes para mujeres fueron de 3,6% y 7,4%”. Total, que pareciera como si en la franja de los 45 a los 49 años, siempre dentro del mileurismo, uno pasara de ganar 1000 euros a ganar 964, más pobre tampoco se va a hacer, al menos no tanto como para caer en la indigencia si es que con su sueldo anterior no había caído ya. Del mismo modo, no va a dejar de ser menos rico el jubilado que habiendo dejado el trabajo ganando 10.000 euros (que los hay, aunque no les frecuentemos), pasase a cobrar durante los 5 siguientes años de su retiro 9.040 (9.260 si es mujer, ¡partidazo!). En cualquier caso, pérdidas son, y como tales, cada pérdida, por poca que sea y por poca influencia que pueda llegar a tener en el dificultoso y siempre abnegado día a día, lamentables son también. De hecho, si bien es cierto que, probablemente, hablando ya en términos cognitivos, el porcentaje mencionado en declive no alcance relevancia clínica, a la vez una disminución de las habilidades, como suele decirse, puede verse compensada con una mayor experiencia vital. Lo cual tampoco se sabe si esto es bueno o malo para los de alrededor, ya que la afectación sobre los demás del paso de la edad suele venir derivada más bien por las veces que se recrea uno en batallitas pasadas, que no por mucho repetirlas se hacen más interesantes, sino más bien al revés… 

Sea como fuere, y a modo aclaratorio, si el “otoño” del cerebro, según “Agencias”, se inicia a los 45 años, no es porque las “Agencias” lo digan, sino porque la edad mínima de las personas incluidas en dicho estudio estaba precisamente en los 45 años. No sabemos qué habría pasado si se hubieran escogido edades más tempranas. Quizás el otoño empezara incluso antes que la primavera, pues es sabido que el cerebro no termina de desarrollarse del todo hasta alcanzar los 25 años, más o menos, luego a veces los ciclos climáticos están más revueltos de lo que a simple vista de estudio parece en lo que al desarrollo cognitivo se refiere. 

Otro apunte aclaratorio en relación a este estudio es que la población era mayormente blanca y perteneciente, laboralmente, al gremio funcionarial, luego hay esperanzas de que los pertenecientes a gremios más activos tengan mejor pronóstico. Lo comido por lo servido: unos se beneficiarían eventualmente de un menor declive económico (el funcionario) y el seglar, a cambio, tendría como compensación un cerebro más activo que le permitiría seguir teniendo que buscarse la vida con más o menos éxito pasados los 45.

Pero fuera bromas fáciles, hay una buena noticia para todos y todas aquellas personas que empiezan a ver cómo, de una forma u otra, y para mal o para bien, y sin entrar en valoraciones de ningún tipo, ya no es lo que eran, independientemente de si pertenecen al envidiado cuerpo funcionarial o no (a los políticos mejor dejarles para estudios aparte, pues últimamente, en foros de expertos y todavía secretos, se está empezando a discutir si podrían en realidad ser una especie de homínidos diferente, por lo que es posible que los datos encontrados hasta el momento para la población general no puedan serles extrapolables). La buena noticia es que, precisamente, justo también en estos días (concretamente el pasado 21 de diciembre) se publicó otro estudio, también de tipo cognitivo y también estudiando sujetos situados en la llamada mediana edad, encontrando que, ¡tachán! ¡aquéllos que consumían drogas tenían un menor declive cognitivo asociado a la edad que los que no las consumían! ¿No se lo creen? Claro, este estudio no ha sido recogido en ningún medio de comunicación… ¿O sí? Haciendo una búsqueda en Internet encuentro el siguiente titular: “La adicción a las drogas no generaría deterioro mental según un estudio”, recogido en algún medio sin demasiado tirón, como es un blog del Diario Médico y poco más. Y, para colmo, encima reflejan mal los resultados, ya que precisamente sí hay peores puntuaciones en los que han tenido historia de adicción en relación a los consumidores que no han tenido historia de adicción. En fin, que uno se pregunta a veces qué les enseñan en la Facultad de Periodismo a los alumnos. Pero vayamos al estudio en sí.

Se entrevistaron a 11.419 personas a la edad de 42 años y entre las preguntas de que se componía la encuesta había algunas referentes al consumo de drogas. Ocho años después, cuando tenían 50, se les administraron algunas pruebas cognitivas para evaluar memoria y funciones ejecutivas (como velocidad de procesamiento mental, fluidez verbal y cosas así). Sorpresivamente (o no, en función de los prejuicios de cada cual), ¡no se encontró una asociación entre el uso de drogas a los 42 años y el funcionamiento cognitivo a los 50 en ninguno de los dominios cognitivos estudiados! Es más, ¡los que tenían en el momento de la entrevista (a los 42 tacos) o en el pasado un consumo de drogas obtenían un mejor rendimiento cognitivo a los 50 que los que nunca habían tomado drogas ilegales! Esto sí que es fuerte, ¿no? Pero hay más, no crean: cuando se relacionó el rendimiento cognitivo con drogas específicas, se encontró que ¡los que habían utilizado en el pasado (si bien no en el momento de la entrevista, esto es, a los 42) marihuana, cocaína y anfetaminas eran quienes mejores puntuaciones tenían de todos! Sin embargo, sí había un peor rendimiento en los que habían tenido problemas de dependencia, si bien, a diferencia de lo encontrado entre los consumidores no dependientes (que, por otra parte, eran la mayoría), las diferencias no eran significativas, esto es, no tenían relevancia estadística y, por tanto, más que dudosa relevancia clínica. 

Pero no son todas buenas noticias. El consumo ilícito de drogas fue mayor entre hombres, y entre solteros, su salud general era peor que la de los no consumidores, tenían más síntomas depresivos y más problemas con el alcohol y más causas criminales previas que los saludables, respetables y felizmente emparejados no consumidores. A la vez, el consumo de drogas se dio más entre personas de clases sociales altas y entre profesionales mejor cualificados. El uso de drogas se asoció también más con el consumo de tabaco. 

Bueno, llegados aquí, está claro que cada uno puede sacar sus propias conclusiones, por lo que ya no conviene alargarse mucho más. Solo un apunte final: la mayoría de los consumidores de drogas usaban principalmente marihuana, y la marihuana está mostrándose cada día un poquito más como neuroprotectora, quizás esta pueda ser una explicación a los resultados encontrados en los que, como se ha dicho, los consumidores, a pesar de que tomaban drogas ilegales y más cantidades de alcohol y tabaco, tenían también un mejor rendimiento cognitivo. De hecho, un artículo publicado hace unos años en la misma revista que el estudio recién comentado, en el que se estudiaron cochortes de edad que iban desde los 18 a los 64 años, encontró que a partir de los 30 empezaba cierto decline cognitivo evidenciable con los tests utilizados (¡horror! ¿¡no era a partir de los 46!? ¡¿qué clase de especie evolucionada es la nuestra que solo tiene 5 años de vida inteligente?!), pero que el declive se vio exclusivamente relacionado con la edad, al margen de que los grupos estudiados fumaran poca, mucha o nada marihuana. 

Para concluir, quizás nada de lo comentado aquí deba sorprender del todo. Se sabe que el declive cognitivo es menos pronunciado en personas con mayor nivel educativo. Y lo que parece más claro, el CI (Cociente Intelectual) correlaciona altamente con el funcionamiento cognitivo. Al no haberse controlado esta variable en los estudios mencionados, es difícil saber si resultaba que los consumidores de drogas eran ya de antemano más listos (cognitivamente hablando, se entiende) que los no consumidores, y de ahí los resultados encontrados. Esto no debe interpretarse como que los no consumidores son más tontos por no consumir, de igual modo que no se puede interpretar que el hecho de que los consumidores de drogas tengan menor declive cognitivo que los no consumidores se deba a que las drogas se lo ha enlentecido. Una cosa son los datos y otra las posibles interpretaciones que se puedan hacer de ellos, que debieran venir siempre derivadas de estudios previos con los que los datos encontrados se puedan relacionar. Además, hay un dogma en estadística que dice que "correlación no es causalidad", y el tipo de estudios mencionados son todos correlacionales. En este sentido, otro artículo reciente ha dado con otra sorprendente sorpresa: que el CI que se tiene en la infancia (concretamente a los 5 y a los 10 años de edad) correlaciona positivamente con el consumo de drogas a los 30. Según los investigadores, “un alto CI en la infancia puede aumentar el riesgo de uso ilegal de drogas en la adolescencia y en la edad adulta”. ¡¡Oh, my DRUGOD!!



jueves, 5 de enero de 2012

La noche de los muertos vivientes (brrrrr)

Estaba TED a punto de dormirse cuando recibe un WhatsApp de una amiga a la que por su cumpleaños le había regalado la Agenda del Fin del Mundo (la particular y divertida agenda, más que para el 2012, para sobrevivirlo, que ha lanzado la editorial Blakie Books), que trae para cada semana una propuesta acerca de cómo podría terminar el 2012, que decía:

<<Esta semana el mundo podría acabar así…

UN ATAQUE DE ZOMBIES

La posibilidad de que una horda de no muertos nos succione el cerebro es tan aterradora que se ha estudiado científicamente: un grupo de antropólogos se desplazó a Haití (origen de la leyenda) para comprobar qué había de cierto en la mitología zombi. Descubrieron que los brujos de la región utilizaban una sustancia con tetrodotoxina que podía dejar a las personas en un estado de semiconsciencia durante días. Cuando despertaban, se les administraba datura, una planta con propiedades hipnóticas y alucinógenas. Se les podía ordenar que hicieran cualquier cosa. Un ejército zombi no era tan descabellado al fin y al cabo>>.

Estremecido, la propuesta de fin del mundo de la semana le llamó a TED la atención, no porque sea esta propuesta precisamente la primera de cómo podría terminar un año que apenas está empezando, sino porque justo estos días se está leyendo el libro de Wade Davis, The serpent and the rainbow, que, junto con Passage of darkness: The ethnobiology of the Haitian Zombie, supusieron las primeras tentativas científicas de entender el proceso de zombificación en la religión Vodoo de Haití. De hecho, para lo que la Agenda es “un grupo de científicos” en la realidad fue el Indiana Jones de la etnobotánica, Wade Davis. Davis, en sus libros ofrece la hipótesis de que una parte de la explicación (no toda la explicación, como han malinterpretado a veces sus críticos) podría deberse a que los polvos que los brujos haitianos utilizaban para zombificar a sus víctimas contenían una toxina, concretamente tetrodotoxina (una sustancia presente de manera natural en algunos tipos de peces tropicales) que tiene como efecto la paralización muscular y el enlentecimiento del ritmo cardiaco y de la respiración hasta tal punto que la persona parece estar verdaderamente muerta. Tras unos días en este estado, y una vez enterrada y todo eso, se la despertaba utilizando antídotos, entre ellos la Datura estramonium, pudiendo pasar el resto de su vida  zombificada, esto es, en traducción de la cultura Haití, "en un cuerpo sin carácter ni voluntad".

Bueno, ahí están los libros de Wade Davis para quien quiera leerlos y los múltiples comentarios, críticas y demás escritos relacionados con sus descubrimientos respecto a la zombificación Vodoo. Como en todo, hay para todos los gustos: desde los que piensan que los zombis en realidad no existen y en su versión más extrema tachan a Davis de haberse inventado muchas cosas, hasta análisis etnográficos profundos que van incluso más lejos en las posibles explicaciones del fenómeno de a las que llegó el propio Davis.

En cualquier caso, esta entrada no pretende analizar los libros de Davis ni entrar a debatir temas tan ajenos y alejados de las capacidades de TED como son tales. Simplemente, al coincidir el recibir por WhatsApp la propuesta de la semana de la Agenda con la lectura de The serpent, TED pensó que habían pasado casi 30 años desde que se publicó el libro hasta el día de hoy y se preguntó qué se había avanzado científicamente en este tema, si es que se había avanzado algo, en todos estos años. Así que, entró en PubMed, como cada vez que trata de responder a alguna de sus preguntas científicas, y ¡voila!, ¡justo un artículo [Natural Products from Ethnodirected Studies: Revisiting the Ethnobiology of the Zombie Poison] recién publicado en el que se revisa todo el conocimiento nuevo que se ha producido desde la publicación del libro de Davis en torno al fenómeno zombi! ¡y encima de acceso libre y gratuito! ¿será que el mundo efectivamente se estará terminando para que haya tanta coincidencia -perdón, sincronicidad- junta?

A TED le resulta imposible resumir un artículo de este calibre, plagado de nombres científicos de plantas y animales, por eso cree que prefiere contarle al lector lo que se encontrará en ese artículo más que iniciar la tarea imposible de explicar su contenido. El artículo es interesantísimo, especialmente para aquellas personas interesadas en la etnobotánica y en los remedios naturales presentes en plantas de uso tradicional, así como de su utilización en otras culturas. Además es, sobre todo, una excelente guía que ofrece 237 referencias bibliográficas que permiten rastrear infinidad de plantas y sus compuestos y conocer no sólo en qué culturas se usan, sino también el nivel de conocimiento científico que se tiene hoy día en relación a su acción farmacológica y a sus potencialidades terapéuticas. ¿Qué tiene que ver esto con Wade Davis y sus zombies? Que el rastreo se realiza a partir de las dos listas de plantas que le dieron a Wade Davis sendos informantes constituyendo el eventual polvo zombificador. En cualquier caso, como se ha dicho, Wade Davis y los zombis, así como esta primera propuesta de año para acabar con el 2012, es solo la coartada para acercarse a un artículo plagado de rica información etnobotánica y, lo que es más interesante, de información clave para seguir rastreando remedios y curiosidades etnobotánicas en las que, cómo no, no faltan las drogas alucinógenas.

Un último comentario, al hilo de la parte, en opinión de TED, más interesante del artículo, que es la lista, no de plantas, sino de animales de uso etnobotánico y con eventuales propiedades medicinales. Es conocimiento común que muchos remedios se obtienen de las plantas, pero, según los autores del artículo, “Revisiones de todo el mundo se fieren al menos 165 especies de reptiles, 101de primates, 55 de bovinos y 46 de mamíferos carnívoros utilizados en medicina tradicional”, por no hablar de peces, los animales más utilizados en medicina tradicional. En lo que aquí principalmente interesa, esto es, la DROGA, más que la medicina (porque la DROGA, obviamente, engloba la medicina), no olvidemos, de hecho, que en nuestras aguas abunda la salpa, pez cuyas propiedades alucinógenas están aún por explorar.